La conclusión del ponente no pudo ser
más desalentadora, aunque no fuese esa su intención: los
niños tienen muy poca y hasta ninguna protección frente
al impacto de la actual crisis, a pesar de discursos y
proyecciones.
Al intervenir en el encuentro
internacional de economistas, José Juan Ortíz Brú,
representante de UNICEF en Cuba, solicitó a los
presentes llevar la preocupación respecto a la situación
de los niños, que constituyen l eslabón más débil de
familias que a consecuencia de la crisis ven bajar
dramáticamente sus ingresos, su posibilidades de empleo
y en consecuencia ven afectados los ingresos destinados
a la alimentación.
Es bochornoso, enfatizó, el hecho de que
cientos de millones de infantes mueran de hambre en un
mundo que ha alcanzado un altísimo desarrollo
tecnológico. Además, llamó la atención sobre la falta de
programas de atención a los menores en situaciones de
catástrofes como la ocurrida en Haití, y auguró que,
pasada la euforia mediática, muchas de las promesas de
ayuda no se cumplirán.
Consideró que en el mundo impera un
sistema esencialmente injusto, dado que generalmente
quienes reciben son los que pagan, y no los que
necesitan. ¿Cómo educar a los niños en un sistema e
valores solidario cuando la realidad que perciben es muy
diferente?, cuestionó.
El funcionario señaló que la estrategia
para enfrentar la crisis en muchos hogares es dañina
para la infancia, y frecuentemente para las mujeres y
las niñas en particular. Indicó también que en muchos
hogares los niños son retirados de la escuela para
ahorrar gastos y aumentar los ingresos a través del
trabajo infantil. En Brasil, algunos estudios muestran
que una crisis de empleo de los padres incrementa de
manera significativa la probabilidad de que el niño
entre en la fuerza laboral, abandone la escuela y sus
intenciones de seguir estudios.
Estos impactos, aseveró, pueden ser
también transferidos a sus futuros hijos creando una
transmisión intergeneracional de la pobreza.